domingo, 8 de marzo de 2020

DEMETRIO MÁRQUEZ: "Los chicos Actualmente tienen Muchos más Recursos que Nosotros"


El diario "LA VOZ DE SAN JUSTO" publicó la nota de MANUEL MONTALI a Demetrio Márquez, ex boxeador y juez de la F.C.B., que reproducimos a continuación (Foto de Emiliano Lavezzini, del mismo medio).

Hace calor en el gimnasio municipal de box. El clima de la tarde, caluroso por fuera, se hace sauna por dentro. Chicos y chicas entrenan, saltan la soga, le pegan a la bolsa y hacen guantes sobre el ring. En un rincón, sentado, hay un hombre que los sigue de cerca. Cada tanto cruza algún comentario, da algún consejo. Sabe de lo que habla. Fue boxeador y lleva unos sesenta años en el deporte. Incluso, se cruzó con un par de leyendas en el camino. Dos nombres sobresalen particularmente.
A uno le decían "El intocable". Se llamaba Nicolino Locche. Peleó en San Francisco el 16 de agosto de 1968, en el marco de su preparación para el combate de diciembre contra Takeshi Fuji, en el que triunfó y alcanzó la cima mundial. Al segundo le decían "Ringo". Se llamaba Oscar Bonavena. Fue campeón nacional y peleó un par de veces por el título mundial, contra "nenes" como Joe Frazier y -el más recordado- un tal Muhammad Ali. La historia de ambas leyendas, dos de los más grandes boxeadores argentinos, atraviesa un nombre en común, el del hombre que sigue de cerca la actividad del gimnasio municipal de box: Demetrio Márquez.
Boxeador sanfrancisqueño, tuvo el privilegio de hacer guantes con el primero y de compartir velada con el segundo. Amante del pugilismo desde siempre, hoy, con más de siete décadas sobre los hombros, sigue tan cerca del ring como cuando era pibe y escuchaba peleas por la radio.
Porque Demetrio se enamoró del box siendo un chico y escuchando los combates de Pascual Pérez. Un día se trepó a un árbol para espiar los combates que se hacían en el playón de básquet de Sportivo Belgrano. Cuando se descolgó, fue a preguntar cómo tenía que hacer para calzarse los guantes.
Así empezó a entrenar. Cuenta que al poco tiempo lo mandaron a pelear por primera vez, contra un oponente con varias peleas encima y que por supuesto lo molió a golpes. El dolor en el cuerpo le duró un par de semanas. Eso, como pelear todas las semanas o contra oponentes de mucha diferencia de peso, era algo frecuente. "Hoy la actividad está mucho más controlada", agradece.
Pelea a pelea, fue encontrando un estilo movedizo que le permitiera sacar provecho a su pegada, que no era tan dura como la de otros oponentes pero que podía llegar con mayor frecuencia. Anduvo por el ring de Sportivo, por el de Unión Social y otros tantos de la zona. Con algunos rivales llegó a pelear hasta quince veces, con resultados divididos. "Nos conocíamos tanto con algunos rivales que, después de las peleas, salíamos juntos. No quedaba ningún tipo de rencor. Eso es lo bueno de un deporte como el boxeo: termina la pelea y los dos oponentes se dan un abrazo", recuerda Demetrio.
En el medio surgió la oportunidad de hacer de sparring de Nicolino. "Vino a pelear a San Francisco contra Hilario Suárez, en su preparación para la pelea que tenía por el título mundial". Y llamaron a varios sparrings, entre ellos a él. "Fue una linda oportunidad. Era estar frente a frente con uno de los mejores. Cuando hicimos guantes, lo probé un par de veces para ver si realmente era tan difícil pegarle... Y efectivamente no había forma de alcanzarlo. Lo recuerdo como un tipo amable, sencillo", contó.
Entre otros muchos nombres grandes con los que se cruzó, también aparece el de Ringo. "Me tocó estar en una pelea de semifondo, en Córdoba, como previa a un combate suyo. Pudimos conocerlo y sacarnos fotos con él. Más allá del perfil que mostraba en las cámaras, no era un fanfarrón, al contrario, era muy buena persona, alguien incluso humilde. Todo lo demás era para promocionar las peleas", aseguró.
El triunfo que Demetrio más recuerda fue en Rosario contra un oponente de pegada dura. Fue solo, sin entrenador, manager ni perro que le ladrara. Eso también era común, como el tener que llevar el propio equipo (y olvidarse elementos o llevarse zapatillas de distinto par, que al boxeador local luego le reducían la movilidad sobre el ring, lo cual siempre se paga con golpes). Esa noche, todos le advertían que el oponente lo iba a destrozar, y él, al inicio del combate, le pidió que le pegara en la frente para medirle la fuerza... "Pegaba fuerte en serio", recordó entre risas. Pero acomodó la pelea a su estrategia de moverse y atacar, y terminó ganando por puntos.
LA VIDA ABAJO DEL RING
Juntó unas cien peleas: ganó, empató y perdió (nunca por nocaut), hasta que el brazo derecho le dijo basta. Tenía apenas 26 años. Pero bajarse del ring fue sólo la oportunidad de quedarse hasta hoy en los rincones, entrenando, ayudando a los que se inician en la actividad y participando de distintas actividades de la Comisión de Box de San Francisco. Hoy, cuando visita el gimnasio municipal, es una eminencia.
"Los chicos actualmente tienen muchos más recursos que nosotros. Yo les insisto siempre que miren peleas de distintos boxeadores para aprender de sus estilos y sumar recursos. Tienen además elementos y herramientas para entrenar. Nosotros no teníamos nada", dijo. Y se mostró entusiasmado con el nivel de los chicos que ve entrenando en la ciudad, y resaltó además la actualidad del campeón local José "Chinito" Acevedo.
Demetrio no le reprocha nada al boxeo, al contrario, tiene algo fundamental para agradecerle: "El deporte, un deporte que consiste en pelear contra otros, me regaló algo fundamental, algo que parece increíble: un montón de amistades. Para mí, que soy un tipo dado, eso no tiene precio".
Y cualquier tarde de clima caluroso, que dentro del gimnasio municipal se haga sauna, uno puede encontrarse a Demetrio, sentado, siguiendo las actividades. Tiene más de setenta. Pero el tiempo no lo alcanza. Él le esquiva el cuerpo como si siguiera arriba del ring, con los guantes puestos.