La Página Web "Ring de Ideas" publicó una nota de Enrique Rodríguez a Juan Domingo Roldán, cuya Primer Parte reproducimos a continuación.
¡Pim, pam, pum y muñeco al suelo!, fue la constante en la vida deportiva del cordobés Juan Domingo Roldán. Sin embargo, hoy, en el reposo del guerrero, se hace un tiempo para mostrar por qué unió, no solamente a fuerza de sus martillazos arriba del ring sino también con su bonhomía debajo del mismo a su Freyre natal, a San Francisco, en tierras mediterráneas y además, cruzando la calle, a Frontera, Santa Fe, donde se desempeña como secretario de deportes desde hace unos años.
Muy lejos en el tiempo, pero muy dentro de su alma, su profusa y prolífica campaña compuesta por 75 combates, con 67 victorias (47 nocauts), cinco caídas, dos empates y una sin decisión, con los títulos argentino y sudamericano debajo del brazo y con tres oportunidades mundialistas sobre su lomo, con épicas batallas frente a los monstruos Marvin Hagler, Tommy Hearns y, en su retiro ante Michael Nunn, fueron la excusa para que un sereno “Martillo” recibiera a www.ganchoycross.com.ar para hablar sin tiempo cronológico, de la vida, de su vida y de los que los marcaron a fuego.
- ¿Qué te impulsó a subirte nuevamente a un ring, esta vez como segundo de tu sobrino Damián Darío Roldán a partir de este 2012? Cuando en 2008 te entrevisté, no querías saber más nada con el boxeo…
- Es un tema para tomar con pinzas. Damián Darío es como un hijo para mí, a quien decidí darle una mano porque tuvo momentos muy duros en su vida ya que hacía 7 años que no combatía: primero se fracturó la mandíbula, después tuvo la desgracia de perder a su mujer con 24 años…Entonces volvió a entrenar con su hermano “Paquito” y ahora volvió a los rings para distraerse. Anda bien, me gustó y voy a seguir a su lado pero como hobby. A esta altura de mi vida, logré muchas cosas y estoy bien económicamente. Quiero vivir tranquilo.
- Ya entre los amateurs despertabas admiración y emociones fuertes con tu pegada. Tanto, que hasta ¡empataste con un oso en un circo! Así te abriste camino y así llegaste hasta el umbral de la consagración mundialista: ¿te diste cuenta desde bien temprano que lo tuyo era el boxeo?
- Tuve el don natural de la pegada y la supe aprovechar. Pero toda mi vida deportiva busqué mi oportunidad sacrificándome y sumando buenos conceptos también desde lo técnico. En ese sentido, estoy muy en paz con lo que hice. Los que vamos a ver boxeo, si hay diez peleas y hay un solo nocaut, de la que nos acordamos es solamente de esa. En el país hubo uno solo que acaparó sin noquear, como Locche, un showman. Pero fue único. El resto quiere ver el nocaut.
- Pero, poniéndonos en “abogados del Diablo” diríamos que no te alcanzó para ser campeón mundial…
- Es cierto. Pero no me siento frustrado, ni mucho menos. Al boxeo le di todo y me dio todo lo que soy. Tuve suerte y estuve en los mejores rings del mundo y en las mejores peleas de la historia del boxeo: no creo que se repitan combates, entre otros, como Leonard-Hagler, Leonard-Durán y otras de Hearns. Y, con orgullo, digo que estuve en el semifondo de ellos.
- ¡Y después, los tuviste cara a cara haciéndolos ver las estrellas y a punto de estropearles el negocio!
- Fui el primero y único que derribé a Hagler mientras que a Hearns, estuve cerca…
- Dejando de lado tu último intento mundialista con Michael Nunn (4-11-88, el día de su retiro), ¿te notaste más cerca de ser campeón con Hearns que con Hagler?
- Con Nunn ya no era mentalmente un boxeador, estaba retirado y fui por cumplir con algunas obligaciones. Hearns y Hagler eran dos boxeadores distintos y, por lo tanto, también eran dos peleas distintas. Pero pude haber sido campeón del mundo en cualquiera de las dos oportunidades.
- Analizame primero tu pelea con Hearns (29-10-87).
- Le habíamos hecho un plan de pelea durante tres meses que consistía en tener las manitos arriba y una piña abajo del primero al cuarto: “¡Una, Juan, te pido solo una abajo, no quiero que lo toqués arriba! Después del cuarto empezamos a trabajar arriba”, me decía Lectoure. ¿Por qué? ¡Porque se caía solo, porque sufría como loco para dar el peso y además de que tenía mandíbula floja!
- Y lo tuviste…
- Pero hice todo al revés. Cuando me tiró la primera vez, me olvidé de todo. Después, lo tuve cerca pero no tuve la tranquilidad necesaria para pegarle una más y noquearlo. Me comió la ansiedad. Tito me quería matar cuando llegaba al rincón.
- ¿Por qué no pudiste vencer a Hagler? (30 de marzo de 1984)
- Yo fui muy bien preparado para pelear con él. Y eso se lo debo al mejor consejero que fue, es y será Tito Lectoure. Él no te llevaba verde a una pelea titular: San Remo, Hagler-Obelmejías; en Worcester, Hagler-Sibson; Hagler-Scypion, en Providence; en el Caesars Palace, Hagler-Durán. Y yo, siempre, detrás de Hagler. Y si me preguntás: ¿qué sentiste al enfrentarlo? Nada, era una pelea más porque no me asustó la parafernalia de luces, griterío en contra, ya que estaba acostumbrado a ello. Además, siempre peleé con estadio lleno, tanto en mi país como afuera.
- ¿Y entonces?
- Él era un gran campeón que estaba en su mejor momento, un monstruo. Pero fue muy vivo y me metió un dedazo en el ojo después de que lo tiré en el primer round. Tengo el orgullo de haber sido el primero y único que lo derribó De allí en más, no veía venir las piñas de un lado y él aprovechó. Si Hagler no me metía el pulgar en el ojo, el resultado tal vez hubiera sido otro. Pero, ya está, no se puede volver el tiempo atrás: no se dio y ¡borrón y cuenta nueva!.