sábado, 28 de julio de 2018

CINTIA CASTILLO: "Hasta mi Hija se Contagia y Pregunta si Hay Alguna Pelea esa Noche"


El suplemento "MUNDO D" de "LA VOZ DEL INTERIOR" publicó la nota de Ana Dalmasso a Cintia Castillo, que reproducimos a continuación (Foto del mismo medio).

Cintia "la Panterita" Castillo tuvo un origen humilde y se volvió profesional para ayudar a su familia. Quiere ser campeona del mundo y sabe la fórmula: nunca renunciar.
Cintia Castillo le gana a la vida por cansancio. A pesar de los miles de obstáculos que se le presentaron, sobre todo en su infancia, ella siempre salió ganando. Desgastó a la mala suerte, a los prejuicios y a las carencias y se calzó el cinturón de campeona de la vida.Esta boxeadora de 32 años, zurda, se describe a sí misma arriba del ring como “una estratega”, que lleva a sus rivales hasta la frustración por no poder derribarla. “La Panterita”, como la apodó su suegro, transita con movimientos felinos su dura y larga rutina, para cumplir sus sueños y convertirse en campeona del mundo.
“Yo era una de las más tranquilas entre mis hermanos. Era muy tímida, siempre hacía caso. No quería hacer renegar a mis papás”, dice con voz suave pero firme esta púgil que se crió junto a 11 hermanos y sus padres, que hicieron malabares para poder llevar la comida a la mesa en su humilde casa de Ciudad de los Niños, en Juárez Celman.
Cintia siempre se destacó por su disciplina. A pesar de que en su casa faltaban muchas cosas, se las arregló para destacarse en la escuela hasta llegar a ser abanderada y escolta.
Un hecho, cuando tenía apenas cinco años, forjó esa personalidad tenaz y obstinada.
“Una noche, nosotros éramos muy chicos, mi mamá tuvo un episodio de convulsiones y mi papá nos vino a levantar a todos, no entendíamos qué pasaba. No teníamos plata para irnos a una guardia y en el barrio tampoco había nada. Nos sentamos alrededor de la cama, llorando, sin saber si mi mamá se iba a poner bien. Uno cuando está en esas situaciones reza y yo le pedí a Dios que no se muera, que nosotros nos íbamos a portar bien. Tenía que cumplir esa promesa y por eso me crié así, con mucha disciplina”, relata con emoción “la Panterita”.
Su madre fue diagnosticada con epilepsia y por eso siempre necesitó de la ayuda de sus hijos. Allí estuvo Cintia para dar una mano en su familia. Cuando salió del secundario comenzó a trabajar en el frigorífico Bustos y Beltrán, de Juárez Celman. Una mañana sufrió un arrebato y el miedo la invadió. Por recomendación de una amiga, se inició en el boxeo y su vida cambió para siempre. “Sabía que en algún momento la suerte iba a estar de nuestro lado. Ese estilo de vida, la disciplina, me llevó a estar donde estoy hoy”, sostuvo.
Fueron años de duros entrenamientos hasta que llegó su primera pelea como amateur. Así recuerda su debut en el cuadrilátero como amateur: “Tenía mucho miedo. Me paré en el ring, sola, esperando que suene la campana, cara a cara con la otra boxeadora y me dije a mi misma: ‘¿Qué hago acá?’. Cuando empieza y conectás la primera mano te vas soltando, relajando, te olvidás de los problemas, cambiás la actitud. Sentís que lo podés ganar y que la otra persona es igual que vos”, relató.
Su familia no aceptó rápidamente su pasión por el boxeo, principalmente porque siempre había sido una niña tímida y sumisa. Pero eso no la detuvo. Quiso ir por más.
“Mi sueño desde que me calcé los guantes por primera vez es ser campeona del mundo. Cuando le dije a mi familia que iba a ser boxeadora nadie me creyó y por eso quiero demostrarles que puedo ser la mejor”, contó.
En el Gimnasio Municipal de Juárez Celman no sólo encontró su pasión, sino que también encontró el amor. Se casó con su entrenador Fabián Silva y juntos tuvieron a Martina, hoy de cinco años. Mientras su mamá es entrevistada, ella corre por todo el gimnasio con los guantes puestos. Va al jardín y también es escolta. Para Cintia, lo más importante es dejarle las mejores enseñanzas: “El ejemplo que yo le quiero dar a mi hija es que todo lo que ella quiera ser lo va a conseguir a base de esfuerzo y trabajo. Nunca hay que decir ‘no puedo’”.
Tras lograr el título provincial pluma, en 2016 pasó al profesionalismo. Entre las razones, estaba poder llevar más dinero para ayudar en su casa.
“Necesitábamos otro ingreso para solventar los gastos. Mis primeros premios por las peleas fueron directo a mis padres. Estaba haciendo dos cosas que me satisfacían: ayudar a mi familia y dedicarme a mi pasión”, afirmó.
Cintia se levanta a las 5 de la mañana para realizar su primer turno de entrenamiento. Prepara a su hija y a las 7 entra a trabajar. Sale a las 5 de la tarde y va directo al gimnasio para realizar el segundo turno. Regresa a las 10 de la noche y debe realizar las tareas del hogar y dejar todo listo para al otro día arrancar de nuevo. Y nunca se cansa. “No paro nunca porque tengo ganas de entrenar, de ser campeona, de que mi hija se ponga contenta porque su mamá fue la mejor, que tenga ese ejemplo del trabajo y del esfuerzo”, reconoce.
Siempre le gustó el deporte y en su adolescencia practicó fútbol y vóley. Se reconoce fanática de los deportes y también es hincha de Instituto, por su padre. La gran mayoría de sus hermanos son de Belgrano, pero de lo que más se habla en su casa es de boxeo.
“Hasta mi hija también se contagia y pregunta si hay alguna pelea esa noche”, confiesa.
En agosto volverá a pelear, pero sabe que su sueño es enfrentarse a las mejores del mundo. Lleva 12 combates y perdió cuando peleó por el título latino de la CMB. Esa derrota no la frenó, sino que le dio más impulso para no rendirse. “Me siento a la altura y siempre estoy esperando que me llamen de Estados Unidos o Canadá para una gran pelea. Cada vez que vengo al gimnasio tengo mucha motivación, no quiero faltar para no darle ninguna ventaja a mis rivales. Sé que estoy cerca y no voy a regalar nada”, sostuvo.
Cintia sabe que el día que logre el cetro mundial también será el día en el que cuelgue los guantes. “Me estoy perdiendo muchas cosas de mi familia por hacer esto y una vez que lo consiga ya está, me voy a haber demostrado a mi misma que pude. Quiero disfrutar de mi hija”, contó “la Panterita”, que tras la entrevista se sube al ring y sigue entrenando como si nada, en el cuadrilátero que lleva el nombre de Ramón Silva, su suegro y ex-boxeador.