domingo, 31 de diciembre de 2017

SANTOS LACIAR: "PUEDO ESTAR EN EL SALÓN DE LA FAMA"


El diario deportivo "OLÉ" publicó la nota de Mauro Mariani a Santos "Falucho" Laciar, que reproducimos a continuación (Foto del mismo Medio).

Ser el argentino más joven en consagrarse campeón mundial, con tan solo 22 años. Ser el primero de nuestro país en ponerse el cinturón de rey en dos categorías diferentes (mosca y súper mosca). Combatir en 16 peleas por título mundial (11 de ellas de visitante) y ganar 12, con nueve defensas exitosas. El nombre de Santos Laciar rememora a ese par de guantes de oro que escribieron una Ilíada en el rico relato del boxeo argentino. Con Olé, el nacido en la cordobesa Huinca Renancó revive su gloria.
- Empezaste con el boxeo guanteando en un gimnasio mientras soñabas con ser futbolista. ¿Cómo se transformó eso en una profesión?
- Lo tomaba como un juego. Yo no tenía noción de que existía el boxeo. Se dieron cuenta de que era muy bueno, tenía condiciones naturales. Fui jugando hasta que mi mamá se enteró y me sacó del gimnasio por temor a que me hiciera daño. Entonces me estaba quedando sin fútbol y sin boxeo. Pero mi padre me permitió y pude seguir. Fui haciendo algunas exhibiciones y a la gente le gustaba mucho lo que hacía. Me fui transformando en el campeón de los barrios y las ciudades vecinas. No me pegaban, era distinto a la hora de golpear, de encontrar los francos. Debuté con 17 contra alguien diez años mayor que yo, Carlos Maliene, en 1976. Pero al momento de usar esos guantes por primera vez, no pensaba que podría ser mi profesión.
- ¿Te hubiera gustado pelear en los Juegos Olímpicos?
- Sí, me hubiese encantado. Como me hice profesional muy joven y no se podía competir en los Juegos, no tuve muchas chances. Me enteré de algo de los JJ.OO. en el 74 más o menos, cuando peleo con José Palma. Pero yo tenía 14, 15 años, era muy chico para soñar con ir a Montreal. Después fueron pasando los años y se me hizo imposible. Había una necesidad imperiosa de dejar de ser aficionado. Tenía una cantidad muy grande de peleas amateur y adonde iba a competir ganaba.
- ¿Hay algún rival que te gustaría volver a enfrentar?
- Hoy no (risas). Pelearía con el panameño Luis Ibarra, luego de ese robo escandaloso en el Luna Park de 1981. No había perdido de ninguna manera, la vi más de una vez y la pelea fue pareja. Quería la revancha, pero no se pudo dar porque él perdió con Juan Herrera, justamente con quien me enfrenté al año siguiente en Mérida para recuperar el título mosca de la A.M.B.
- ¿Cómo te definirías como boxeador?
- Pícaro, con agallas e inteligencia. Siempre trataba de terminar en mi rincón para descansar enseguida y que el rival tuviera que caminar. Era astucia, era llevar el reloj de la pelea en mi cabeza, darme cuenta de qué estaba pasando con el combate. Para perder o ganar, estaba despierto a la hora de avanzar, defender, contragolpear, todo ese tipo cosas era lo que mejor sabía hacer. Había un tango que decía: “Nunca hay que abandonar una pelea antes del último round”. Nunca tuve que parar. Y dejaba todo, no me achicaba porque la bandera y el Himno nacional siempre se respetan.
- Hiciste muchas peleas por título mundial y ante grandes campeones, ¿cuál fue la más resonante?
- Soy el argentino que más veces combatió contra campeones, con 15 peleas al menos. Hay sobradas muestras de que puedo estar en el Salón de la Fama. Ante Mathebula en Soweto y Herrera en México son las más significativas. En la primera, por todo el contexto que había en el país africano y porque se hablaba de que si ganaba saldría muerto. En la segunda, fue todo muy emotivo porque al mismo tiempo estaba la Guerra de Malvinas. También la de Gilberto Román en Francia, porque quería ver qué pasaba al subir de categoría. Fueron tres peleas parejas. Empaté en Córdoba, pelea que creo que gané. Un jurado en esa pelea me puso seis puntos. De no creer. Son cosas que pasan en este deporte. Luego lo vencí en Francia y perdí en California. Y también el hecho de ser el primer argentino campeón del mundo en dos categorías es un orgullo enorme.
- Incluso les dedicaste el triunfo ante Herrera a los soldados.
- Pensaba en ambas cosas, me concentraba en la pelea pero no podía dejar de pensar en los chicos que estaban allí. Mi mamá me decía cuántos aviones británicos bajábamos. Yo veía en los diarios y la T.V. de allá. Era otra la realidad de la guerra, era una angustia. Siempre quise ganar esa pelea, más que ninguna.
- ¿Cómo fueron los días en Sudáfrica?
- Fue terrible por el momento que se vivía en ese país. Había muertos todas las semanas. Mathebula representaba los valores de ese Soweto, defendía sus colores terriblemente. No era una pelea más. Pero nada más lejos de la realidad. Nunca me sentí intimidado. Fueron unos días que me abrieron la cabeza. A veces no se toma dimensión de lo que fue ese momento y esa pelea, incluso con la situación de Mandela. Fue tremenda la tensión, la discriminación y la pobreza que había pero las personas me recibieron muy bien. Después de la pelea cantaban “Argentina, Argentina” y nosotros respondíamos “Soweto, Soweto, Sudáfrica, Sudáfrica”. El afecto fue enorme.
- ¿Te sentís reconocido?
- Siempre me sentí reconocido. Cuando llegamos a Ezeiza, veía una cantidad de gente impresionante y yo preguntaba qué había pasado. Me decían que era para recibirme a mí. Fue terrible, nunca vi tanta gente. En Córdoba fue una explosión descomunal, la gente se volcó a la calle.
A 27 años de su retiro, Santos sigue intacto. Pide pista en el Olimpo.