domingo, 5 de septiembre de 2010

Reto al Destino (Publicado en el Diario "Día a Día")

Xavier (Izq.) y Alan Luques viven y entrenan en Las Violetas.

En su edición digital del día 4/04/10 el Diario Día a Día, de Córdoba, publicó la siguiente nota:
"Había algo en la sangre. Primero fueron las historias sobre las peleas del abuelo y después el recorte de un diario en el que el padre era campeón y había cumplido la promesa de noquear a su rival en el cuarto round. Ahora, Alan y Xavier Luques tienen el título provincial de boxeo amateur y entrenan bajo las órdenes de su padre en el centro vecinal de barrio Las Violetas, que fue incendiado tres veces y asaltado ocho.
Entre incendios y asaltos perdieron casi todo: el metegol, el ropero comunitario, los muebles del comedor, los elementos de boxeo y la oficina del correo que funcionaba en el centro vecinal.
Pero ese no fue el único blanco de las obsesiones del piromaníaco, quien también pasó por las llamas a El Refugio, una fundación donde enseñan diferentes actividades a los adolescentes del barrio y al jardín de infantes que funciona provisionalmente en la iglesia. El autor de los incendios estuvo preso durante seis meses y salió en libertad la semana pasada.
Las Violetas es un barrio del oeste de la ciudad de Córdoba donde se concentran más de nueve mil personas en casas donde suele vivir más de una familia. “Las casitas son muy humildes, con terrenos muy chicos donde viven dos o tres familias. Hay 33 manzanas con nueve mil personas, mientras en otros barrios esa cantidad de gente vive en 200 manzanas. La mayoría de las casas tiene un dormitorio grande, un comedor, una cocina, el baño y el patio y no suele haber casas de dos dormitorios. Lo normal es que toda la familia duerma en la misma habitación”, ilustró a Día a Día Carlos Luques, padre de los boxeadores y presidente del Centro Vecinal.
Luques contó que cuando él era chico vio en la plaza como un hombre caía por un disparo, vio a otro frente a su casa acomodarse detrás de un paredón para tirotearse con la Policía, escuchó los disparos que desde los patrulleros impactaban contra las casas cuando durante la última dictadura querían a todos adentro, encerrados, inmóviles, aterrorizados.
Con los enfrentamientos armados en el pasado, lo que más preocupa ahora en Las Violetas es el consumo de droga.
–¿Cuándo aumentó la cantidad de droga en el barrio?
–En 1998 o 1999. Hoy ya se naturalizó, se invisibilizó, se volvió normal. Si los chicos están haciendo deportes no piensan en hacer daño o en fumar marihuana. No es la solución pero es un paliativo y es una tarea muy difícil en la que tenemos grandes desventajas. La droga tiene buena promoción. Culturalmente, en el barrio, drogarse da algún tipo de cartel y pareciera que ser deportista no. Y en esta tarea nos arriesgamos: Hace un tiempo, después de haber denunciado a los quioscos de venta de droga incendiaron mi casa y nos quedamos sin nada. Y la Policía no sólo no da respuesta sino que suele pasar una vez a la semana por donde venden drogas.
Desde el Jardín Maternal y desde el Centro de Salud coincidieron en que uno de los problemas del barrio son los grupos de adolescentes “sin ocupación, que se reúnen en algunas esquinas. Y la droga”, consideró Silvia Álvarez, docente, que hace 20 años que trabaja con la comunidad. Y agregó: “A esos chicos hay que darle posibilidades de recreación y ocupación para que puedan insertarse en la sociedad”.
Por su parte, la doctora Nelly Freiría dijo a este diario que uno de las dificultades que enfrentan es la inseguridad: “Especialmente después del anochecer, cuando suele haber agresiones físicas a las personas que entran al barrio, generalmente por parte de la población joven que a veces recurre a la droga y que no mide los daños que ocasiona”.
El deslumbramiento. Aquella tarde en la que Xavier Luque (22 años) se calzó los guantes de boxeo por primera vez, algo se despertó en él: “Nunca se me había ocurrido hacer boxeo. Cuando empecé a entrenar nació algo que tenía en la sangre. Mi papá era boxeador, mi abuelo también y ahí mismo sentí un tipo de fuerza: me gustó mucho”.
El mes pasado Xavier compitió en Cutral Có, Neuquén, y salió subcampeón argentino en una pelea pareja contra el representante olímpico del país, que lleva más de 200 contiendas.
Sin embargo, el que empezó a entrenar fue Alan (19), quizá incentivado por las noches que se pasaba con su abuelo viendo boxeo en la televisión, o por las historias que le contaban sobre las 69 peleas de su padre, “que era muy bueno y conocido, que era noqueador y que había dejado de pelear poco antes de viajar a las Olimpíadas de Seúl en 1988, porque se había quebrado una mano”, contó. Y confesó: “Así que a los 15 años me busqué un gimnasio porque no aguantaba más la necesidad de subirme al ring. Y ahí me sentía cómodo, me corría adrenalina y empecé a entrenar cada vez más duro para no ser uno más del montón. Y como quería compañía, lo invité a mi hermano que lo veía con condiciones. Fue duro al principio, pero un año después, a los 16, debuté”.
El padre dijo que nunca los incentivó porque la vida del boxeador es muy sacrificada, pero que cuando se decidieron los acompañó. Incluso, los probó: “Me puse los guantes y les dije que si yo, que soy un viejito, los agarraba a piñas, significaba que no servían. Y si no eran capaces de pegarle a su padre tampoco servían. Porque cuando te subís al ring tenés que pegarle a cualquiera. Fue un primer round parejo y en el segundo me llenaron la cara de dedos”, contó Luques y sonrió. “Yo renuncié al boxeo pero la vida me lo devolvió potenciado en ellos: Cada vez que pelean ellos, peleo yo”, dijo, y sus palabras retumbaron en el frío del salón casi vacío.
Para Alan, el boxeo “te aparta mucho de la calle y de la droga. Te aleja de las malas juntas y es bueno para el cuerpo y la mente”. Su hermano, por su parte, consideró que el boxeo “te ayuda a pelear siempre, a no bajar los brazos” y contó que cuando volvió de la pelea de Cutral Có su papá le dijo que no importaba que no sea campeón argentino porque es campeón en la vida, porque se levanta todos los días a las seis de la mañana para ir a trabajar y además entrena.
“Trabajo duro y no veo la razón para bajar los brazos. Mi meta es ser campeón del mundo y no voy a parar hasta alcanzarlo”, disparó Xavier".