"EL PERIÓDICO" de San Francisco publicó la nota a Carlos Alberto Casor, que publicamos a continuación.
El sanfrancisqueño Carlos Alberto Casor tuvo un prominente inicio como boxeador pero debió abandonar la actividad rápidamente debido a la falta de alimentación cuando era joven.
Como muchas frases inspiradoras y motivadoras señalan, el mundo está en manos de aquellos que tienen el valor de soñar y de luchar por cumplir sus sueños. Si bien Carlos Alberto Casor (69) no logró su máximo objetivo como deportista, recibió de la vida suficientes regalos como para darse por realizado.
Casor, de ascendencia árabe y de familia humilde, se inició como boxeador desde chico mientras vivía en un conventillo de la ciudad. Un solo objetivo tenía en su mente: poder representar al país en los Juegos Olímpicos. Y estuvo muy cerca de lograrlo.
“En 1967 intervine en el campeonato clasificatorio a los Juegos Panamericanos de Winnipeg, Canadá.Me consagré como campeón provincial tras ganar cuatro combates en la capital y de ahí me traslado con la delegación cordobesa hacia Buenos Aires para la etapa nacional, que se desarrollaba en el mítico Luna Park, en la cual pierdo la final por puntos contra el representante de Capital Federal”, recordó.
No se resignó
A pesar del golpe por quedar a las puertas de la clasificación, Casor volvió a insistir y tuvo una nueva oportunidad. “Me vuelvo a inscribir al año siguiente, gano nuevamente en Córdoba y me trasladan a Buenos Aires, donde pierdo la semifinal con el mismo rival que me había ganado anteriormente”, citó el sanfrancisqueño.
Según sus propias palabras, ambas frustraciones significaron el haber perdido “dos pasajes a la fama”, ya que de asistir a Canadá hubiese estado más cerca de poner un pie en las Olimpíadas de México 1968.
“Mi sueño era competir en los Juegos Olímpicos, a todo aquel que haga deporte llegar a una competencia de esa magnitud es impagable, sobresale del resto”, añadió.
La pobreza, otro rival
Si bien podría haber esperado cuatro años más e intentar llegar a Múnich 1972, decidió dejar el amateurismo para tratar de conseguir dinero y salir de la situación de pobreza en la que se encontraba. “Me hice profesional enseguida, una vez que perdí la chance de ir a las olimpíadas, por el afán de empezar a ganar dinero ya que era muy pobre y vivía en un conventillo. Hice muchas peleas en Córdoba, de fondo, gané bastante plata. Sobresalí, salí del pozo donde estaba”, afirmó melancólicamente, y agregó que además de entrenar trabajaba en una fábrica de escobas.
Su debut en el campo rentado se dio en junio de 1970 venciendo en Córdoba al local Ramón Castro. “Las primeras siete peleas como profesional las gané todas por nocaut, aunque en la octava pierdo antes del límite; desde ese momento ya nada fue igual”.
Inesperado retiro
“Carlitos” nunca hubiese imaginado que esa derrota por nocaut le comenzaría a cerrar de a poco la puerta a la actividad deportiva. “Luego de esa pelea que pierdo me llama una junta de médicos en el Hospital Clínicas para una charla en la cual me piden la libreta de enrolamiento y cuando ven que no hice la colimba me preguntan si me había salvado por número bajo. Les dije que no, que me salvé porque tenía dentadura postiza. Después de mirarse entre todos, uno se levantó y me dijo que no podía pelear más porque no me había alimentado bien de chico y eso generó que no me desarrolle bien”, relató el hombre que de pibe vivió en propia carne la miseria, aunque nunca renegó de ella.
“No podés pelear más, te va a volver a pasar, te van a pegar de nuevo y vas a caer”, le dijeron. Parece ser que esas palabras no hicieron estragos en el púgil de peso gallo, ya que dejó pasar un tiempo pero volvió a la acción. “Cinco años después, quise hacer oídos sordos a lo que me dijeron los médicos, como desafiando a los que estudiaron, y peleé en el salón de Bomberos Voluntarios ante 5000 personas. Iba ganando cómodamente pero mi rival me metió una mano en el último round y perdí por nocaut. Ahí le di la razón a los médicos”, manifestó.
Una más
Un campeón no podía dar esa última imagen. Así que volvió y le entregó a su público los últimos rounds de su carrera. “Me quedé con las ganas y volví a boxear a 10 rounds y le gané al bonaerense Santos Aranda por puntos. Me retiré ganando, eso es lo que yo quería”, asintió Casor.
Su retiro no fue en una noche cualquiera. Esa noche del 8 de diciembre de 1978 en el Club Alumni, fue testigo privilegiado del debut profesional de Juan Domingo “Martillo” Roldán (ganó por KO ante Jorge Servin).
A pesar de lamentarse por no haber integrado una delegación nacional, este valiente luchador no sólo acumuló recortes de diarios y afiches de sus presentaciones, y fotos junto a los consagrados Carlos Monzón y Aaron Pryor, que reposan en su vivienda de calle Uruguay. Sino que además logró el respeto y el cariño de la gente por su don de buena persona. “Por lo que viví de chico, creo que lo de hoy es demasiado, me doy por hecho. La suerte y la vida me ayudaron, con tener dos hijas con estudios universitarios creo que uno no puede pedir más”, cerró emocionado.