miércoles, 6 de marzo de 2013

UNA VIDA EN EL RING


El Suplemento "Mundo D" de "La Voz del Interior" publicó la nota de Andrés Mooney que reproducimos a continuación.

Un batallador. El cordobés Santiago Nieva es el entrenador de la selección sueca de boxeo. Dejó el país a los 5 años, volvió, y otra vez emigró.
Rompe el molde desde su época como boxeador amateur. Era una figura, un diamante en bruto al que cualquier entrenador hubiese querido pulir para llevarlo al profesionalismo. Santiago Nieva, múltiple campeón aficionado, un buen día dejó helados a todos con su decisión: “Profesor, me retiro”.
Sarbelio Fuentes, el sabio cubano exentrenador de la selección argentina de boxeo, no halló respuestas para tamaña afirmación. Sus compañeros de equipo, que lo veían como un referente, jamás entendieron la decisión.
– No es fácil comprender cómo alguien con tanta proyección cuelga los guantes sin probar suerte en el boxeo de paga.
En Suecia, por aquel entonces, no existía el profesionalismo. Se trataba de un deporte y no de un negocio. Y cuando vi que mi carrera como amateur estaba terminada por no clasificar a los Juegos Olímpicos, decidí irme.
– ¿Para hacer qué?
Cuando volví a la Argentina, al segundo día me inscribí en el profesorado de educación física en el instituto Romero Brest, que está pegado al Cenard. Estudiaba mientras boxeaba porque sabía que el día de mañana iba a ser entrenador.
Comienzo de la historia
Año 1980, la familia Nieva decide, tras crisis económicas y persecuciones políticas durante la dictadura militar, exiliarse en Suecia. A los 5 años de edad, el nuevo entrenador del elenco sueco dejaba Córdoba para crecer en el viejo continente. Nieva abandonó el país y, en Gotemburgo, comenzó a boxear desde niño junto con su hermano, Fabricio. “Me fue bien. Fui campeón nacional juvenil e integré la selección, ya que con la doble nacionalidad podía representar a Suecia”, explica.
Ya en el ‘94, el circuito internacional previo a los Juegos de Atlanta 96 puso a los Nieva en contacto con la Federación Argentina de Boxeo. Las puertas de la patria volvían a abrirse, pero había una traba: competía en la misma categoría que el único rival para él “intocable”: su hermano. “Yo subí a 57 kg. y en ese peso estaba Fabricio. Así que decidimos que él se fuera para Argentina y yo me quedara en Suecia, para no enfrentarnos”.
Tras una frustrada participación en Europa que le imposibilitó clasificar a Atlanta, acompañó a su hermano: “Viajé en el 96, peleé para Argentina y anduve muy bien: gané muchas medallas y estuve ‘rankeado’ uno del mundo durante casi tres meses”. Con la mente puesta en Sidney y el ánimo por las nubes, viajó al Mundial de Budapest pero le faltó suerte: “Perdí en la primera pelea con un lituano que, peleando para Suecia, ya me había ganado”.
“Entre la frustración del Mundial y algunas lesiones, empecé a perder la motivación. Me di cuenta que no llegaba a Sidney, que era lo que realmente soñaba como boxeador”, recuerda el cordobés.
Con segundo año del profesorado en educación física en curso, y con 23 calendarios encima, en 1997 decidió colgar los guantes para convertirse en entrenador. Colaboró en la selección argentina hasta 2004, luego entrenó de forma independiente a boxeadores profesionales hasta que sonó el teléfono y, otra vez, cambios: “Me ofrecieron trabajo en mi viejo club en Gotemburgo. La propuesta era buena, así que dije ‘voy, pruebo suerte seis meses y veo’”.