El diario local "DÍA A DÍA" publicó la nota de Julio Moya a David Emanuel Peralta, que reproducimos a continuación (Foto del mismo medio).
El dolor en los nudillos lo despertaron por la noche. Emanuel Peralta miró rápidamente si sus puños ya eran de calabaza, otra vez. Pero no, el sueño estaba aún en carne fresca, vivo. El boxeo es una enciclopedia de cuentos fantásticos y está más lleno de héroes que de villanos. Cada pibe que se atreve a soñar con este momento que hoy vive Peralta ya es un héroe en potencia. Intentar. Querer. Creer que se puede. Hay que animarse a subir a un ring a matarse a bollos.
“Yo sentía que tenía que tener una oportunidad más. Que me cayera una y me cayó, gracias a Dios y la aproveché. La vi todas las veces que me iba a entrenar, todos los días, todos los días (repite tres veces más esa frase) y se me iba a dar. Y se me dio”, le cuenta con mucha convicción a Día a Día.
Todos hablamos hoy de su enorme victoria en Estados Unidos, ante el “Fantasma” Robert Guerrero, en categoría welter, uno de los más guapos del planeta, ex cuádruple campeón del mundo, favorito con abrumadora diferencia en las apuestas 12 0 13 a 1 (aunque se conoció de que llegaba a estar por momentos 70-1). Pero para el país es la victoria por puntos, pelea en la que el cordobés fue claramente ganador, a fuerza de golpes, de cabeza y de resistencia física.
El país pugilístico se pregunta quién es Emanuel, que justamente hoy 31 de agosto celebra sus 34 años. Más que un feliz cumple. Los afectos rodean a Peralta, un muchacho de manos curtidas y de rostro trabajado a fuerza de golpes y de gimnasio. La nariz ancha, que intenta no ensancharse más, los labios grandes, los pómulos brillando y un fino hilo que decora el párpado.
"Me abrió acá, nada más, pero tuve un corte", señala el adulto que es mimado como el chico, el único varón de la familia, el hijo pródigo, aquel que se atrevió a desafiar en todos los combates de la vida, con los guantes puestos, dispuesto al golpe por golpe.
"Fue mi primer viaje, mi primera pelea en otro país. Pero para mí Estados Unidos es lo mismo, el lugar cambia, ellos tienen los mejores doctores que son argentinos ¿eh? los mejores son nuestros. Son mas cirqueros, los baños tienen 'iacusi', pero bueno, el ring tiene la misma medida para todos y ahí nos damos todos por igual", explica con ese lenguaje barrial, arrabalero, de la orilla más olvidada cruzando la avenida Circunvalación.
Mientras, en barrio José Ignacio Díaz Tercera Sección salen mates calientes. Carlos, su papá; Gladys, su mamá; Jorge, el amigo del taxi; Carlos, del sur provincial; la abuela Felisa... Todos están ahí, entre las últimas luces del martes. Los vecinos que asoman la cabeza por las puertas. “Grande campeón, felicitaciones Ema, gracias”, pasa un morocho en un Renault 12. “El barrio está como loco. No paran los vecinos, los amigos. Yo soy de acá loco, del barrio”, dice Ema.
"Hasta los dos años y medio le di el pecho al nene, ja ja. Mirá que fuerte que es hoy", dice Gladys. La madre es esa caricia que siempre espera Emanuel, el de la mirada atenta, entre el esfuerzo y las penurias que siempre están al acecho.
El camino fue arduo. Intermitencias en una carrera en la que se cruzó Naira, su nena de 6 años y la otra pelea épica cada 30 días: llegar a fin de mes.
“Yo no me puedo olvidar que salía a vender ropa en la bici. O que fui changarín. No me puedo olvidar del taxi en el que al menos tengo un ingreso que ayuda”, agrega.
Antes del sábado pasado, tan mágico, Emanuel Peralta tenía un presente que lo iba sacando de una carrera en la que su papá creyó siempre más que él y mucho más su mentor: el recordado Carlos Tello. “Don Carlos fue lo mejor que me pasó. Es mi otro padre”, dice. La vida hizo que el hijo del viejo maestro del gimnasio Corral de Palos, Carlitos Tello, quien sigue adelante con su promotora en conjunción con el ex manager de Maravilla Martínez, Sampson Lewkowicz, le ofreciera esta posibilidad. “Allá fui, me entrené con el Colo Darío Fernánez (ex D.T. de Matthysse, entre otros)”, agrega.
Ahí se acuerda del Colo Fernández: "me miraba ya no como un tomate, parecía una remolacha, jaja".
– ¿Ya estabas ido del boxeo?
– No sé si ido. Mi última pelea había sido en mayo de 2015. En setiembre tuve un accidente y me rompí los ligamentos. Me recuperé. Volví al gimnasio. Mientras seguía con las changas y el taxi. Y apareció esto. Y creí, te juro que creí.
Gladys es de esas madres orgullosas. Carlos, un padre-amigo. Una familia chiquita, con las hermanas Memé, Salomé y Cecilia. Y una idea de que la vida es mucho más que un buen momento. Quizás es crear un entorno para que ese buen momento llegue algún día.
Orgullo cordobés. Peralta se acuerda de todo. De cuando iba subiendo al ring, de cuando llegaba el fallo, de lo que habló con Guerrero, de la aventura que se volvió una realidad con peso propio: "Yo me contuve en el fallo. Creo que tenía que tener una actitud de humildad ante un gran campeón como él".
El Pirata entró al ring con la canción de la banda cuartetera La Banda de Carlitos "La Meta". Y se acuerda de lo que habló con el entrenador: "el Colo me quería matar porque la canción es 'meta chori, meta vino y una caravana tremenda' y me decía: 'eso no es para un boxeador'. Pero yo lo convencí de que este viaje y esta oportunidad era una gran meta a cumplir y sortear. Y le encantó la idea, ja ja, así que andábamos a pleno con la LBC por Estados Unidos".
"Cuando se dio el fallo, así fuera negativo para mí, yo lo miraba a él sabiendo que le había ganado y él me miraba a mí sabiendo que había perdido. Los dos lo sabíamos", rememora.
"Ja ja ja, los mejicanos se calentaron porque yo les bailaba y les gritaba, 'yo soy el más porongaaaa, yo soy el más porongaaaa!""Jajaja, los mejicanos se calentaron porque yo les bailaba y les gritaba, 'yo soy el más porongaaaa, yo soy el más porongaaaa!"
La noche del sábado fue tan soñada para Emanuel que Guerrero fue "un gran guerrero" a tal punto de felicitarlo en medio de una dura derrota para el Fantasma. "Le dije que gracias por la oportunidad. Y él me dijo: 'me has ganadado bien, eres un gran peleador Peralta pero me has golpeado duro'", aún dice con asombro Peralta. Las fotos en la calle acolchonada de tierra de José Ignacio Díaz, llegan con un horizonte rosa a sus espaldas. El fotógrafo de Día a Día Javier Ferreyra le pide que camine normal, que pasee y los flashes lo rodean. Peralta saborea el momento: "lo estoy disfrutando a todo esto, te lo juro".
El taxi centra una escenografía más de barrio aún. Algunos chicos apoyados con una pierna al aire sobre la bicicleta sostenida como en pose observan lo que sucede tras la proeza en la meca del boxeo. Peralta se prepara para lo que viene.
De la mano de Carlitos Tello volverá en 10 días a un entrenamiento más riguroso en Estados Unidos y la preparación para algo más importante. Para el pugilista del viejo gimnasio Corral de Palos este vuelto de muchos años de gimnasio le resulta un tesoro encontrado, pero no menos buscado aunque sea en ese inconsciente ahora despierto.
“Las trompadas se hablan igual en todos los idiomas”, dice el pensador Peralta. Y pide más la palabra, tras el último sorbo tibio de ese mate dulce: “a los chicos les digo que no bajen los brazos, deben darse cuenta de que las oportunidades se dan en la vida, que tarde o temprano si uno cree, todo llega”.
Peralta vuelve a sacar la última mano, antes del la campana final de una tarde larga: “Pienso que todo llega a su debido tiempo. Sufrí, quizás era el tiempo justo. Hoy te das cuenta quiénes están. Y te sirve para saber quiénes estuvieron cuando me cagué de hambre. Hay amigos que son como las sombras: en el momento más brillante está lleno, pero en el más oscuro no hay ninguno”.
Peralta vuelve a mirarse los puños de carne y hueso. Y hará lo que sea para que no se vuelvan de calabaza. Para que este hechizo lo acompañe un buen tiempo más.